Automedicación: cuando la solución puede convertirse en problema

¿Puedo tomar una dosis mayor de la que me han recetado si me sigo encontrando mal? ¿Puedo coger un medicamento de un familiar si el mío se me ha terminado y son parecidos? ¿Puedo combinar distintos medicamentos para aumentar el efecto? Son numerosas las dudas que nos pueden surgir a la hora de tomar medicamentos. Para poder comprender sus beneficios y peligros, lo primero que debemos saber es que existen infinidad de ellos con características diferentes. Por suerte, la respuesta a todas estas preguntas es más sencilla de lo que parece.

Aumentar la dosis si me sigo encontrando mal parece lógico, ¿no?

Podemos creer que si tomamos más cantidad del fármaco que nos han recetado el efecto también será mayor; sin embargo, no siempre es así, y puede tener consecuencias muy dañinas para el organismo.


Una pauta posológica abarca varios parámetros, como son: la dosis que se debe administrar, el espaciamiento entre las tomas, la vía de administración, la forma farmacéutica y la duración del tratamiento: por ejemplo, un comprimido de 600 mg de ibuprofeno por vía oral, cada 8 horas, durante 3 días.

El objetivo siempre será mantener la concentración de fármaco en sangre dentro del intervalo terapéutico, el cual indica qué concentración de fármaco debe haber en nuestro organismo para que este tenga el efecto deseado, pero sin llegar a concentraciones tóxicas. Existen fármacos con un intervalo terapéutico amplio, por lo que la concentración de fármaco en el organismo puede oscilar entre valores más amplios sin tener riesgo de ser tóxica o no efectiva. Pero hay otros fármacos con un intervalo terapéutico estrecho, como la teofilina (utilizado como broncodilatador para el asma) o la warfarina (anticoagulante), por lo que es necesario ser muy precisos al establecer las pautas posológicas y con su cumplimiento.

Para establecer un régimen posológico adecuado debemos conocer las características farmacocinéticas del fármaco, conocidas como LADME: la liberación del principio activo de la forma farmacéutica, la absorción del principio activo (en caso de vías extravasales), la distribución del fármaco por el organismo, el metabolismo al que es sometido y la excreción. Debemos tener en cuenta que, si administramos múltiples dosis de un fármaco, este se irá acumulando en el organismo, por lo que se debe tener en cuenta la concentración remanente del fármaco antes de realizar la siguiente administración. De lo contrario, correremos el riesgo de superar la concentración a la cual el fármaco es efectivo y llegar a niveles tóxicos. Por lo tanto, aumentar la dosis sin conocer los riesgos que puede conllevar es peligroso, pues es posible que, en vez de aumentar el efecto, se alcancen niveles tóxicos.

¿Y si combino dos medicamentos para aumentar su efecto?

Debemos tener muchísimo cuidado con esto, ya que no todos los medicamentos son compatibles, y pueden provocar más daño que beneficios si los usamos a la vez. Es tan complejo el proceso que siguen los medicamentos en nuestro cuerpo que pueden interaccionar unos con otros si los tomamos juntos. Pueden darse interacciones farmacocinéticas y farmacodinámicas.

Las interacciones farmacocinéticas son aquellas que modifican los procesos de absorción, distribución, metabolismo y excreción de los fármacos. Por ejemplo, el omeprazol disminuye la absorción del ketoconazol (antifúngico). Otro ejemplo es la ineficacia de los anticonceptivos orales cuando se administran al mismo tiempo que la rifampicina (antibiótico), debido a que este último altera enzimas hepáticas que participan en el metabolismo de los anticonceptivos orales.

En cuanto a las interacciones farmacodinámicas, son las que ocurren en el sitio de acción de los fármacos. Pueden ser de tipo sinérgicas, en las que el efecto de los fármacos aumenta al administrarse al mismo tiempo, o antagónicas, en las que ocurre justo lo contrario. Por ejemplo, la administración concomitante de antiinflamatorios no esteroídicos (ibuprofeno, aspirina…) y anticoagulantes orales, puede aumentar el riesgo de hemorragias, por aumento del efecto de los anticoagulantes.

¿En ayunas o con comidas?

Pueden darse también interacciones entre medicamentos y algunos alimentos, o con el alcohol. Uno de los ejemplos más conocidos son las interacciones farmacocinéticas entre el zumo de pomelo y algunos fármacos, ya que el zumo de pomelo inhibe enzimas hepáticas que intervienen en el metabolismo de algunos fármacos, como los estrógenos de los anticonceptivos orales. Al inhibir estas enzimas, habrá un menor metabolismo de los fármacos, y la concentración en sangre de estos aumentará, siendo peligroso llegar a concentraciones tóxicas. 

También se pueden dar interacciones farmacodinámicas, como ocurre el Sintrom® y la vitamina K (presente en coles, espinacas, brócoli…), la cual puede disminuir el efecto anticoagulante del medicamento.


Para evitar este tipo de interacciones, se establece un espaciamiento entre la administración de los medicamentos o entre las comidas y los medicamentos. Son estos los casos en los que se pauta no administrar ciertos medicamentos con las comidas. Por el contrario, existen otros que se deben administrar con el estómago lleno. Es el caso del ibuprofeno (para evitar el daño de la mucosa gástrica) o de la fenitoína (los alimentos favorecen su absorción).

Se me ha acabado el medicamento que me recetaron, pero mi madre toma otro parecido, ¿puedo coger el suyo?

De nuevo, la respuesta es no. A pesar de que a simple vista parezcan iguales y estén indicadas para la misma enfermedad, pueden ser muy diferentes. 

Cuando un comprimido o una cápsula entra en el cuerpo, inicialmente libera el principio activo. Una vez liberado, se da la absorción del fármaco. La absorción puede ocurrir en varios lugares, dependiendo de la forma farmacéutica y la vía por la que se administre. Una vez absorbido, el fármaco pasa a circulación y se dirige al hígado o a su diana (el lugar donde va a actuar).

Estos dos procesos pueden ser muy diferentes entre distintos medicamentos. Algunos se liberan de forma inmediata, otros están diseñados para que se liberen poco a poco y hagan efecto durante un tiempo más prolongado. Además, dependiendo de sus características, algunos se absorberán más rápido. Ocurre lo mismo al de eliminar las sustancias de nuestro organismo. 

Como ejemplo, existen comprimidos de ibuprofeno de liberación inmediata y comprimidos de liberación prolongada. A pesar de que ambos comprimidos contengan el mismo principio activo y tengan el mismo efecto, no actúan de la misma forma. El primero libera el ibuprofeno (principio activo) del comprimido nada más entrar en el organismo, mientras que el segundo libera inicialmente la cantidad necesaria para llegar a la concentración terapéutica, y posteriormente irá liberando poco a poco la cantidad necesaria para mantener esa concentración durante más tiempo. Si intercambiamos los comprimidos de liberación prolongada por los de liberación inmediata sin cambiar la pauta posológica, existe un gran peligro de que el principio activo se acumule en el organismo y alcance concentraciones tóxicas. En resumen: si cambian las características del medicamento se debe establecer un nuevo régimen posológico para garantizar su eficacia y seguridad.

Entonces, ¿qué tengo que hacer?

Consultar a un profesional. El mundo del medicamento es muy amplio y complejo, y son quienes mejor lo conocen y más nos pueden ayudar. Es importante tener en cuenta que los medicamentos no son caramelos y debemos tomar las precauciones necesarias para hacer un buen uso de estos de forma que podamos aprovechar sus beneficios al máximo sin tomar riesgos.

Artículo escrito por:
Nerea Díaz Doval

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