DOLOR, DEPENDENCIA A OPIOIDES Y LIBERACIÓN PROLONGADA: ¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?
Tras varios años en la penumbra, los analgésicos opioides vuelven a ser protagonistas en los medios de comunicación, esta vez debido a la publicación del libro “El imperio del dolor” de Patrick Radden. La realidad es que en los últimos años el consumo de estos medicamentos, destinados al tratamiento del dolor, ha experimentado un considerable aumento a nivel mundial debido principalmente a dos razones: aumento en el número de prescripciones médicas de opioides para el tratamiento del dolor y por el aumento de las personas que desarrollan dependencia a estos fármacos. Sin embargo, la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías sumado a la constante evolución de la industria farmacéutica para satisfacer necesidades clínicas podría ser la solución a este problema.
¿Alguien ha dicho dolor?
Desafortunadamente el dolor tiene un gran impacto socioeconómico en nuestra sociedad. Por ello, no es de extrañar el elevado número de recursos que se destinan a mejorar el tratamiento de cada paciente, donde los fármacos opioides juegan un papel fundamental. En concreto, los analgésicos opioides se han convertido en los fármacos más utilizados para el tratamiento de varios tipos de dolor como son el dolor crónico, el oncológico y el postoperatorio, caracterizados por exponer al paciente a largos periodos de dolor. No obstante, los medicamentos convencionales de opioides tienen cortos periodos de actuación (6-8 horas), por lo que para cubrir esos largos periodos de dolor son necesarias múltiples administraciones diarias que aumentan el riesgo de sufrir efectos adversos y suelen causar cierta incomodidad al paciente a la hora de cumplir el tratamiento pautado.
Houston, tenemos un problema.
Todos estos inconvenientes son eliminados con la incorporación de los opioides a sistemas de liberación prolongada. Estos son sistemas que consiguen liberar el fármaco a partir de la forma farmacéutica durante periodos de tiempo mayores. De esta forma, el uso de estos sistemas proporciona considerables ventajas frente a la liberación convencional como es la exposición del paciente a periodos de analgesia más largos (12-24 horas), reduciendo el número de administraciones y mejorando por lo tanto los problemas de cumplimiento y de efectos secundarios.
La otra cara de la moneda.
Sin embargo, el uso de estos sistemas conlleva desventajas. Una limitación muy importante es que incorporan dosis mucho más altas de opioides que los medicamentos convencionales. Esto los hace mucho más susceptibles de ser manipulados, generalmente masticados o triturados, para luego ser inhalados o inyectados con fines no terapéuticos. En muchos casos este uso recreativo provoca la aparición de dependencia física, que podría suponer el paso previo al consumo de otros opioides no terapéuticos como la heroína, con riesgo de sobredosis potencialmente mortales. Tal es la magnitud que en 2017 se estima que en Europa 7380 personas murieron por sobredosis de opioides. Por ello, la industria farmacéutica ha desarrollado recientemente tecnologías anti-abuso que incorporan estrategias específicas diseñadas para limitar la capacidad de los pacientes de manipular el medicamento, evitando su posible abuso y posterior desarrollo de dependencia. Un ejemplo es el caso de OxyContin®, que fue retirado del mercado para incorporarle mecanismos antiabuso y, posteriormente, fue relanzado al mercado de nuevo.
¿Liberación prolongada como solución a todos nuestros problemas?
En definitiva, vemos que el uso de los sistemas de liberación prolongada de opioides en el campo de la terapia del dolor presenta una gran dualidad. Por un lado, permite mejorar el cumplimiento terapéutico del paciente al tratamiento aunque, por otro lado, su empleo aumente el riesgo de usos ilícitos que puedan desencadenar en la aparición de dependencia física. A pesar de esta dualidad, en los últimos 30 años se han autorizado 20 medicamentos opioides que incorporen sistemas de liberación prolongada, por lo que el beneficio de usar estos sistemas de liberación prolongada podría ser superior al riesgo. Esperemos que los recursos destinados a investigación y desarrollo de medicamentos no cesen en el futuro para que se pueda dar respuesta a los nuevos retos en el campo de la terapia de opioides que están por venir.
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